LECTURES D'ESTIUET IV - Vuelvo -

Torno a les lectures lleugeres d'estiu. Allò que vaig prometre. Us faig dipositadors d'un altre escrit meu. Es tracta d'una novela curta; es diu VUELVO. I es prou estrambòtica i estranya, vamos, com si l'haguès fet jo.

LALO

¡Por fin solo!

El olor hace ya por lo menos cinco horas que és inaguantable, pero reconozco que a mí me resulta beneficioso. Me entretiene sentir la decadencia en su más disimulada manifestación. El olor, eso sí, es la manifestación de la decadencia más molesta. Me incomoda. Y la incomodidad, ahora, como si yo fuera un buen sádico, me produce placer, me ayuda a olvidar, me distrae.

La gorda es inaguantable, ya me ha preguntado cinco o seis veces que era lo que he venido a hacer, que de dónde soy, que cuantos años tengo... y en un viaje de diez horas donde sólo ha transcurrido la mitad del mismo, cinco veces es una vez por hora, cinco veces ¡son muchas! Teniendo en cuenta que yo llevo el mp3 encendido desde que hemos salido, que me giro en todo momento a mirar por la ventana, y que la única vez que hemos parado he huido en dirección contraria a la suya, hacerme cinco preguntas son mucho esfuerzo preguntón, supongo que la gorda está realmente aburrida. La gorda, además, parece ser perseverante. Por lo menos lo resulta ante los bocadillos de morcilla de arroz que se zampa, ya lleva tres. Al principio, al sentarse a mi lado, creía que era bigote lo que se asomaba debajo de la nariz. Pero no, es el rastro de tantos y tantos bocados que resumen su amplia insatisfacción en cada deglutido que comete. Mientras muerde, sus ojos prácticamente se quedan en blanco, y se escurre una gota de aceite amarillento por la comisura de sus labios, en ese momento, emite un ruido nasal, que seguramente, con el descodificador adecuado, podríamos decir que es un orgasmo. Disfruta, de eso no cabe la menor duda, pero huele, huele como la madre que la parió, o quizás su madre no huele así, pero la gorda huele mucho.

Una mezcla entre sudado de sobaco, sudado de entrepierna y sudado de “entregenerosospechos”, que de eso va realmente sobrada, de pechos y de sudor, la gorda así huele. Pero con un fondo de olor a ajo, que debe ser el propio sudor catalizando los condimentos de la morcilla. En el momento que sacó de la bolsa del “mercadona” el tercer bocadillo y retiraba con primor y delicadeza (debe ser la única vez que es delicada) el papel de plata, he tenido un ataque de malhumor. He estado por abrir la cremallera de mis pantalones y decirle si realmente quería disfrutar con una morcilla. A veces pienso que estoy loco. No por pensar en hacer lo que iba a hacer. Si no por ponerme en el evidente riesgo de recibir una respuesta afirmativa. Claro ¡para chulo yo! Y si le digo eso, luego no puedo decir que no. A veces pienso que estoy loco.Ahora duerme en las butacas de al lado, quién coño será el maldito estilista o el jodido diseñador de moda que ha devuelto las mallas de lycra al mundo. Además su camiseta que actúa de top no soporta la presión de tanta carne, y poco a poco se escurre hacia arriba. Vamos que tengo la perfecta visión de sus labios, y no hablo de los de la boca, y además de la parte baja de su sostén. Y ante esa imagen que a priori no puedo soportar, me es imposible retirar la mirada. Poco a poco voy imaginando que la camiseta se sube hasta arriba y un pecho le cae por el costado. Creo que hasta me está gustando la idea. Pero lo de las mallas de lycra y rojas, es de un mal gusto insoportable, es como tener una mujer que viene de visitar a flash gordon, desnuda de cintura para abajo. Y que a mí me perdonen, pero que un trozo de tela se meta hacia dentro de uno mismo de esa manera no puede ser ni sano ni cómodo. Vuelvo a mirarle la teta, la izquierda, que es la que parece que se vaya a caer.